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viernes, 31 de octubre de 2008

El legado de Alfonsin- Susana Vau

Cristina Fernández dijo que el 30 de octubre de 1983, ella lloró. Y no fueron lágrimas de alegría sino de frustración, porque ese día de elecciones Raúl Alfonsín había ganado la jefatura del Estado con el 51,7% de los sufragios contra el 40,1% de su contendiente, Ítalo Luder. El radicalismo obtenía también la mayoría absoluta en la Cámara baja con 128 de las bancas en disputa. Con todo, no lograba quebrar el dominio territorial del PJ al conquistar sólo 7 de las 23 gobernaciones y 18 de los 46 escaños del Senado. Más allá de las cifras, el triunfo del socialdemócrata terminaba con dos mitos que habían atravesado las anteriores cuatro décadas de la historia argentina: el primero sostenía que a los militares no se los juzgaba; el segundo, que el peronismo era invencible en las urnas. Sin embargo lo que se vivió anoche, en un Luna Park repleto, no fue un acto de recordación de aquellos comicios: fue un tributo de la militancia radical al dirigente que la enorgullece. No es poco decir en los tiempos que corren.

Y en verdad, el gobierno que Alfonsín no pudo concluir les ha dejado a los radicales un legado: el juicio a las juntas, una visión latinomericanista, la creación del Mercosur, la recuperación, para el presidente de la Nación, del cargo de comandante en jefe que los militares habían sustraído al poder civil, la ley de divorcio, el intento fallido de una norma que establecía la libertad sindical y un estilo austero y republicano que cambiaba la atmósfera moral. Claro que no todas fueron rosas: quedaron entre los números negativos el Punto Final, la Obediencia Debida y una frase que iba a marcar, sin quererlo, el punto de inflexión, el comienzo del ocaso del proceso democrático: “La casa está en orden”. Lo uno y lo otro, lo bueno y lo malo, los aciertos y los errores se explican a la luz de las ideas de este abogado weberiano que cree que la ética de la responsabilidad es el límite de la ética de las convicciones: un pragmático con principios que sacó a su partido y quizás a la política de la estrechez de las fronteras nacionales y los vinculó conel mundo. El mensaje que a través de un video transmitió ayer volvió sobre el concepto que desarrolló desde las tribunas, como jefe de Estado, y algunos citan con sarcasmo: “Con la democracia no sólo se vota. También se cura, se educa y se come”. Lo había retomado antes en su discurso el jefe de los jóvenes radicales, Juan Francisco Nosiglia, el hijo de Enrique “Coti” Nosiglia, quien, por esas cosas de la vida, nunca pudo –o nunca quiso– hablar delante de tanta gente. Alfonsín no quiso decir que la democracia debe curar, enseñar y alimentar, Alfonsín cree que sin esos tres imperativos éticos, la democracia es una obra incompleta, es papel mojado, es una frustración.

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APARICIÓN CON VIDA DE JULIO LÓPEZ Y LUCIANO ARRUGA

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